Cómo lidio con el riesgo (pt. 3)

Tania Balleza (La Tuns)
3 min readMar 26, 2024

--

Ermita, por La Tuns, acrílico sobre papel, 29.7 x 21 cm. Marzo del 2024.

En julio del veinte veinte escribí la segunda parte de este relato. ¡Hace mucho tiempo! Si no fuera por un lector que pasó por aquí no retomo la historia.

¿Cómo le hago para que sepan de qué trata este cuento sin que lean las otras dos partes? ¿Quizá si les recuerdo que en pandemia sufrimos un confinamiento temporal llamado cuarentena y que salir de casa significaba un riesgo enorme? Fuimos un poco monjes en aquel tiempo. Quienes pudimos nos quedamos más tiempo en casa y fue entonces que asemejé las condiciones en las que estaba con las condiciones en las que me encontré cuando fui monja.

En la última parte del relato cuento que después de una formación inicial contemplativa, por fin salgo a la calle. Ahora participaría en las actividades lucrativas de la comunidad: saldría a vender joyería. Había permanecido confinada en casa dos largos y religiosos años, mi concepción del mundo había cambiado, se desdibujó ligeramente la parte terrenal de mi ciudad y no se diga la mía: ¿Quién era Tania ahora, cómo lidiaría con el riesgo que significaba salir al encuentro de la gente? ¿Qué iba yo a sentir? No tenía una preparación exacta para la cita con la calle.

En el 2002 Vicente Fox era presidente de México, Fernando Canales Clariond gobernaba Nuevo León, habían agarrado al Arellano Félix y ¡ese mismo año murió María Bonita! Como comunidad nos preparábamos para recibir al Papa, un acontecimiento “por demás de importante”, y estudiaba programación, administración y comercio, para inventariar debidamente todas las joyas y además llevar las cuentas del centro de rehabilitación. Mucha cosa.

So, mi mayor riesgo era olvidarme de mi divinidad, de mi compromiso con Dios y ponerle el cuerno a Jesucristo. No faltaba el chavito que se recargaba sobre el mostrador a preguntar precios sólo por convivir o que me topara con un ex. Lo peor es que yo convivía, no le tenía miedo a la amenaza, a la calle salíamos de dos en dos como si eso garantizara la fidelidad cómplice, pero el riesgo también implicaba influir en ese otro que iba conmigo, corromperlo, sonsacarlo. ¿Y Tania era de esas personas corruptas? No, no lo era. Pero sí era la novicia que no se conformaba con estatutos dudosos. ¿Por qué no se puede hacer esto, por qué no se puede hacer lo otro? No entendía como Dios había escogido a una escéptica como discípula. Lo mío no era quedarme en paz, al menos no en el sentido frívolo, no me inclinaba a los placeres de la vida social ni me distraía, pero, sí le tentaba el agua a los límites de mi consagración.

Y así fue como un día acepté lo inevitable: lo mío con Jesús no marchaba bien. No burlé al toro adecuado. No fui la gran opositora de la tentación. No pleiteé hasta la victoria con el pecado y en el 2003 salí huyendo de ahí. ¿Cómo no iba a saber lidiar con el encierro de pandemia si ya había sorteado tres años de clausura y reclusión? La práctica, dicen, hace al maestro. Y sí era una maestra de la adoración, la verdad. Pero hubo fuerzas más sólidas que yo; la pandemia era lo de menos. Con lo que tenía que lidiar tenía poco que ver con un organismo capaz de reproducirse a la velocidad de la luz.

Veintiún años después mis riesgos son de otro tamaño, lidio con obviedades y no con santidades. Mis riesgos tienen que ver con nombres propios, identidades y emociones. Ahora me dedico al arte y mi historia con Jesús es un cuento que sigue siendo ficción para muchos, incluidas mis hijas. El mundo ya se encargó de exponer las travesuras de la iglesia a toda su generación, así que, supongo que llegará el día en que -sin juicios de valor- nos toque compartir que estuve enamorada: de una historia inaudita e inconcebible pero enamorada; más enamorada de eso que del mismísimo Dios.

Continuará…?

--

--

No responses yet