La suspicaz
Creo que la más incómoda de las emociones es la felicidad. De todas la más sospechosa. ¿Qué se trae entre manos, a qué hora le llega? La más buscada. ¡Qué miedo sentir otras cosas! Nada es digno de ser vivido si vivir significa que esté ausente. Con la edad uno se hace más concha a su lado, se siente más a gusto con ella, a mí me da mucha curiosidad. Cuando me la topo, me la doy. ¡Pero por fortuna es la más incómoda de mis emociones! Llevo cuatro estaciones por dentro, cada una dura una semana. Eso me ha enseñado que la felicidad simplemente es popular, no vital. Yo coexisto con la nada, la veo, la espero al final de un pasillo pálido y vacío a que suceda un pequeño bang y con él pueda venir un inicio. Llevo conmigo un dejo de infelicidad, necesito que existan cosas que se acaben, cosas que se mezclen y cosas que se agoten una y otra vez, que contrasten, que figuren, que se muevan. El estimulo que activa mi labor creadora es la expiración y lo finito de todo lo que ahorita es.